martes, 19 de abril de 2016

UltraFiord 2016

UltraFiord 2016
La peor cara del ultrarunning


A Arturo Martínez Rueda



Prólogo

Es difícil relatar algo que debe ser una fiesta y termina en tragedia.  Pero valga el esfuerzo como homenaje a las víctimas y como llamado de atención a los demás corredores:  el juego que jugamos no está exento de riesgos, a veces graves, y somos nosotros los primeros en deber cuidar nuestra seguridad.

Este relato trata de reflejar lo que sentí en cada momento de la carrera, sin saber lo que ocurría en ese momento en otros lugares, aunque ahora no puedo sacármelo del todo de mi cabeza.  Sobre ese tema escribo aparte.



Los preparativos

La UltraFiord me había parecido interesante desde que se anunció la primera edición en 2015.  Montaña, el terreno que más me gusta; cerca de Torres del Paine, una zona que no conocía y que prometía excelentes paisajes; la oportunidad de atravesar un glaciar; y una distancia que nunca había corrido seguido -la "100k" en realidad tenía 114 km- y que me permitiría seguir aprendiendo cómo dominar el sueño.  Un par de consultas a sendos amigos que la habían corrido y el interés de Dientes por hacer la versión de 50 km -para debutar en ultra- terminan de convencerme.

Al principio todo se ve muy bien y la organización me transmite seguridad.  El sitio web es completo, hay mucha información sobre los itinerarios, clima, etc.  Una lista extensa de elementos obligatorios.  Muchos puestos de control con detalle de qué tipo de comida se ofrece en cada uno.  Dos puntos donde enviar "drop bags" -bolsas con ropa- que serían devueltas a la llegada, elemento importantísimo que me permitiría cambiarme completamente en cada uno, inclusive el calzado, ya que está previsto que atravesemos mucho barro y nieve.  Y sobre todo un proceso de inscripción de una seriedad pocas veces visto:  para cada distancia -hay competencias de 30, 50, 70 y 100 km, y de 100 millas- hay que presentar antecedentes de carreras similares.  Sólo en ese caso se acepta la inscripción y se habilita el pago.  Ojalá todos los organizadores de ultramaratones tuvieran esta previsión.

Pero de a poco empiezan a aparecer señales contradictorias.  Recibo el mail de habilitación a la inscripción pero el de confirmación definitiva que debería recibir una vez hecho el pago nunca llega.  Lo reclamo dos veces y no obtengo respuesta.  La lista de inscriptos no se publica, es más el sitio empieza a parecer estático sin ningún tipo de información nueva durante meses.  Dientes pregunta por el perfil de elevación de los 50 km -el único que no está publicado- y tampoco lo consigue.

Vale la pena detenerse en el diseño de los recorridos para entender mejor lo que pasaría después.  En la edición 2015 se habían corrido las mismas distancias excepto la de 50 km.  Todas las distancias menores son un segmento del recorrido de 100 millas.  Pero en 2016 se agrega la distancia de 50 km con un recorrido completamente diferente.  En realidad es un "atajo" en la parte central del recorrido principal que rodea al glaciar en lugar de atravesarlo.  Esto demostraría ser un excelente detalle de planificación lamentablemente desperdiciado por terribles errores de implementación.



Hay otras señales pero sinceramente sólo en retrospectiva me doy cuenta de su importancia.  Pocas semanas antes de la carrera reducen radicalmente la cantidad de elementos obligatorios, designando a la gran mayoría simplemente como "recomendados" e indicando que el cambio es para que cada corredor sea más responsable de su seguridad.  Esto puede sonar muy lógico pero la experiencia indica que los corredores, por ignorancia o irresponsabilidad, tendemos a subestimar los problemas y llevar la menor cantidad de cosas posible.  Personalmente creo que los elementos que pueden salvar una vida deben ser obligatorios y controlados, más cuando una carrera atrae corredores de todo el mundo que no conocen en detalle las condiciones de terreno y clima.  Esto no debe quitar las responsabilidades individuales, pero no se debe caer en el facilismo de “llevá lo que te parezca”.

De todos modos nosotros seguimos con nuestros planes.  Viajamos casi una semana antes, ya que vamos a aprovechar para recorrer.  La carrera es el viernes, el plan es hacer trekking por Torres del Paine de domingo a miércoles, y dedicar el jueves a retirar el kit, organizar todo y descansar.

Yo tengo muchas expectativas. Como ya dije va a ser mi carrera más larga, tanto en distancia (114 km) como en tiempo:  estimo 25 hs. en base a los resultados del 2015.  Tengo un plan de alimentación ajustado para reducir la languidez que inevitablemente me producen los carbohidratos "sintéticos" (geles, chomps y polvos).  Quiero eliminar o al menos retardar la fatiga de los últimos kilómetros empezando un poco más lento.  Y sobre todo quiero ver cómo manejo el sueño que tantos problemas me dio en Patagonia Run.  Esta vez el programa me favorece ya que largada es a las 8:30 (después de una noche completa de descanso) y los primeros síntomas deberían aparecer a las 15 o 16 horas de carrera.  Mi plan es dormir 20 minutos en un puesto de control para recuperarme y seguir.  Tengo mucha curiosidad de saber si me va a funcionar.



La previa

Después del trekking -eso es material de otra historia- llegamos a Puerto Natales el miércoles un poco antes de lo previsto.  Estamos contentos porque el clima fue muy bueno toda la semana.  Aprovechamos para retirar el kit.  El procedimiento es un poco desorganizado pero nada fuera de lo común.  El personal no parece saber mucho más de lo que tiene que hacer en ese momento, pero no hay novedades.  Vamos al hotel a organizar todo el material.  En un último repaso de los elementos obligatorios descubro que el 10 de abril -cinco días antes de la carrera, cuando ya muchos estábamos en viaje- agregaron un elemento obligatorio:  un "vaso no descartable".  Esto sería cómico o una molestia menor, si no fuera por la tragedia posterior.

Esa noche hay una serie de charlas que también se demostrarían desafortunadas por los acontecimientos posteriores.  La primera a cargo de un alpinista minimalista que se  deshace en elogios a Kilian Jornet y exalta la escalada en zapatillas y sin ningún elemento de seguridad.  La exposición es demasiado extensa, monótona y objetivamente no muy relevante para la carrera, pero nadie quiere irse porque el último en hablar será el director de la carrera.  La segunda está a cargo de un corredor chileno que hizo las 100 millas el año pasado y repite este año.  Es mucho más breve, focalizada y relevante que la anterior.  Sobre todo nos enfatiza la cantidad de barro y turba que enfrentaremos, "kilómetros y kilómetros" son sus palabras.  Pero también enfatiza el correr minimalista con escasos elementos.

Finalmente llega el director de la carrera.  No es una charla técnica -no está prevista y no la habría- sino una actualización.  Nos dice que las previsiones de tiempo son muy malas, con fuertes vientos y nieve, y por eso han debido modificar todos los itinerarios "excepto el de 50 km que se mantiene igual".  Básicamente lo que han hecho es eliminar la trepada al glaciar, haciéndonos pasar a todos por la ruta de 50 km que lo rodea y alterando algunos puntos de partida para ajustar las distancias que de todos modos se reducen en aproximadamente 20 km.  Los horarios y puntos de reunión se mantienen y nos dice que durante la noche todos los detalles del recorrido estarán cargados en el sitio web.  Enfatiza que han reforzado las marcaciones para que "todas se vean de noche y de día".  Ante una pregunta específica si debemos esperar marcas cada 100 o 200 m responde riéndose que "cada 10 o 20 m".  En este momento me da impresión de profesionalismo y de haber tomado una decisión prudente en beneficio de la seguridad de todos.

Cenamos unos buenos mariscos regados por un Sauvignon Blanc y Dientes empieza a mostrarse preocupada.  Dice que "no sabe si está preparada", que la asusta el frío y una larga serie de etcéteras.  Yo trato de tranquilizarla, diciéndole que está más que preparada, que es una distancia apenas mayor que la 42k de La Angostura, que en la Transalpina tuvimos al menos un día con un clima tremendo, y otra larga serie de etcéteras.  Nada parece conformarla.  En cierto momento cometo el error de ofrecerle que hagamos juntos los 50 km.  No es una buena idea porque me parece mejor que confíe en sus propias fuerzas a que se relaje porque yo esté al lado.  Ella debe pensar lo mismo porque no acepta.

Yo estoy más desilusionado que preocupado.  El glaciar era la parte más atractiva del itinerario, pero tengo que aceptar que se privilegie la seguridad.  Lamento no poder hacerlo pero no tengo quejas.  A descansar que mañana ajustaremos detalles.

El jueves por la mañana no hay ninguna novedad en el sitio.  Salimos a caminar y nos cruzamos con algunos corredores que no saben nada de los cambios.  Volvemos al lugar de entrega de los kits y todo lo que encontramos es un mapa en formato A4 con los cambios indicados a mano.  Es básicamente lo que nos habían dicho pero nos aclaran que en mi caso se elimina el primer puesto de drop bag, quedando solo uno.  Esta vez nos dicen que a las 14:00 estará actualizado el sitio.

Vuelta al hotel a reorganizar el material y a esperar que aparezca la confirmación oficial -no sea que haya otros cambios-.  Finalmente en la web se confirma todo e incluso se publica un detalle actualizado de los puestos de asistencia.  Para los 92 km serían 8 en total. Ahora sí, cierro mi "drop bag" y vamos a entregarla junto con la bolsa de llegada de Dientes -yo no preparo bolsa de llegada porque mi carrera termina en Puerto Natales, a 500 m del hotel-.  Aprovechamos la salida para comprar los vasos no descartables -me parece ridículo pero quiero cumplir con el reglamento, y no sea que me pierda una sopa por no tenerlo-.  También decido comprar una nueva campera impermeable porque la que llevé tiene solo medio cierre y es incómoda para ponérsela y sacársela.

El clima empeora notablemente.  Baja la temperatura, cae agua nieve y sopla un viento helado.  Durante la cena Dientes sigue con sus dudas y preocupaciones.  Vamos a dormir que mañana arrancamos temprano.



La carrera

Mi despertador suena 4:30.  Me visto y bajó a desayunar -el hotel preparó un desayuno express para los corredores-.  Salgo a ver el clima y me alegra ver que está muy frío pero no llueve ni hay viento.  Subo, termino de acomodar las cosas y me despido de Dientes porque es hora de ir a tomar el micro hacia la largada.  Cuando salgo otra vez cae agua nieve y sopla un viento tremendo.  El punto de encuentro es una esquina a la intemperie, frente a la llegada.  Así que todos nos amontonamos en un pequeño cobertizo.  Por suerte los micros son puntuales y a las 6:00 ya estamos en camino.  Son casi dos horas hasta el hotel Río Serrano y aprovecho para relajarme y dormir un poco.

La llegada al hotel es alentadora en muchos sentidos y no permite prever lo que pasaría después.  Ya no llueve y el hotel nos ofrece un amplio hall y baños a nuestra disposición.  No hay bebidas calientes pero hay muchas botellas de agua mineral para todos. 

Mientras tanto Dientes repite mi mismo proceso (su horario de encuentro es 7:30). Desayuna con Pico y Pala que corre los 70 km y la encuentra "extremadamente preocupada" -por no usar una expresión más escatológica-.  Más tarde me confesaría que consideró seriamente no largar y que decidió hacerlo porque temía que yo me enterara que estaba fuera de carrera y me preocupara innecesariamente. 

Empiezo a sentir la ansiedad prelargada.  Estudio a los demás para validar mi estrategia de vestimenta.  Estoy muy abrigado en la parte superior con una remera térmica 2.0, una remera común y la campera impermeable además de gorro y guantes, pero solo con shorts en las piernas.  Mi idea es que como vamos a cruzar continuamente arroyos y "kilómetros y kilómetros" de turba es mejor no tener una calza que se mantenga constantemente húmeda.  Aproximadamente la mitad de los corredores parece pensar de la misma manera.

Un minuto antes de las 8:30 nos invitan a salir y rápidamente, sin ninguna emoción, largamos.  Los dos o tres primeros kilómetros son planos, pero trato de ir lento para no desgastarme rápido.  Empieza la trepada en el bosque, nada especial, pero entro en calor.  Las marcas son buenas y muy seguidas, como habían prometido.  A pesar de eso me pierdo un par de veces pero por distraerme y seguir al de adelante en lugar de las marcas.  No pierdo mucho tiempo pero a partir de ese momento decido enfocarme solamente en las marcas.

Casi exactamente en el kilómetro 8, como estaba previsto, está el primer puesto de asistencia.  Otra buena señal.  No paro porque llevo apenas una hora y no necesito nada.  Además, desistí de sacarme la campera porque empieza a caer agua nieve.  Sé que en el km 13 está el punto más alto y a partir de ahí el perfil indicaba todo descenso suave y un par de descensos más bruscos. 

Al llegar al km 13 el paisaje cambia drásticamente.  Se acaba la trepada pero también se acaba el bosque.  Es una planicie de rocas de todos los tamaños entre dos cerros con el glaciar a la derecha.  Graniza fuerte –por suerte piedras muy chicas- y sopla un viento helado, a veces de costado y a veces de frente que hace difícil avanzar.  Me hace recordar a mis días de Chicago.  Tengo que andar con cuidado porque las lajas húmedas resbalan y puede ser peligroso.  Trato de pisar la nieve cuando veo que tiene consistencia, pero cada paso es una decisión.  Pienso en Dientes que a esa hora estará largando y me ilusiono con que cuando pase ella el tiempo mejore.  Eso no pasaría en todo el día.  Como sé que no tenemos que subir más y a ambos lados hay cerros supongo que tenemos que atravesar toda la planicie (unos 7 km) para empezar a bajar.  Espero que pase rápido y me digo que cuando termine todo va a estar mejor.  A veces hay que tener cuidado con lo que se desea.

Poco antes del final de la planicie hay un puesto de control -no de asistencia-.  Nos dicen que en tres kilómetros más tendremos comida caliente.  Exactamente en línea con lo previsto.

Empieza la bajada y otra vez cambia radicalmente el clima y el paisaje.  No hay viento, el granizo se transforma en nieve, se acaban las lajas y empieza el barro.  Como para darme la bienvenida me resbalo en el primer paso y bajo tipo tobogán.  Y como estoy con shorts me lleno de barro que siento que me llega hasta la garganta por el camino interno, por decirlo de alguna manera.  Me arrepiento de haber deseado el final de las lajas.  Todo este tramo es una sucesión de barro, turba y resbalones.  De a poco le tomó la mano al barro y me caigo menos.  Hay varios cruces de arroyos poco profundos que sirven para lavar las zapatillas, pero eso dura poco.  Las marcas me siguen pareciendo excelentes pero como me haría notar Pico y Pala después no eran buenas para los que tendrían que pasar de noche:  en muchos tramos había solo cintas blancas atadas alrededor de los árboles que no eran reflectivas y difíciles de distinguir de la nieve.

Pienso en Dientes que en ese momento debe estar cruzando el sector más frío y espero que no haya empeorado el clima.  Vuelvo a mi carrera y me preocupa que el Garmin siga marcando kilómetros y el puesto de asistencia no aparezca.  Finalmente lo encuentro en lo que para mí es el kilómetro 30 y les pregunto si es el puesto del km 23 y mi Garmin está completamente desorientado o es el puesto del km 31 y el del km 23 no existe.  Me confirman que estamos más o menos en el km 30 y me dicen que hubo varios problemas para llegar a los puestos por el clima y los cambios.  Esto no me cierra.  El clima en este punto no es nada extraordinario, apenas mucho frío.  Y este recorrido y estos puestos estuvieron siempre previstos para los 50 km, por lo que la organización debería tener claro cómo llegar.  Pero lo peor es que el "puesto" es una mesa con un bidón donde ponen agua del arroyo cercano y unas pocas galletitas rotas.  No hay nada caliente.  Esto ya no me gusta.  Además, las personas a cargo no tienen contacto con la organización ni parecen estar capacitadas para mucho más que llenar caramañolas.

Sigo bajando y el clima cambia radicalmente otra vez.  El cielo está completamente despejado y tengo mucho calor.  Decido parar a sacarme la campera.  Ahora hay mucho menos barro, pero hay turba alternada con tramos donde se puede correr. Paso el km 36 donde se suponía que habría otro puesto, sin noticias.  Ya no me sorprende.  Lo que si me sorprende es que vuelve a nevar, pero como es nieve seca que prácticamente no moja decido no parar hasta el puesto del km 48 -que tiene que estar sí o sí porque es el final de la carrera de 50-.

El puesto llega puntualmente a orillas de un lago poco después de que el Garmin marque 47 km.  Pero no es como esperaba un lugar tan acogedor como en la largada. Es un domo dónde está la comida fría y a donde nos alcanzan un plato de comida caliente.  Recojo mi drop bag y me cambió completamente de ropa:  nuevas medias, zapatillas, remera térmica y guantes, y ahora calzas en lugar del short.  Estoy tan bien de temperatura que dudo si ponerme un micropolar, decido que sí porque dentro de poco va a anochecer y bajará aún más la temperatura.  Pero mientras estoy terminando de comer empiezo a temblar de frío.  La falta de movimiento me está haciendo mal.  Así que decido apurarme y salir.

La segunda parte de la carrera es completamente diferente.  Toda por caminos rurales o rutas.  Salgo y a los pocos metros no encuentro señales.  Me preocupo porque venía acostumbrado a las señales cada 10 o 20 m como habían prometido y efectivamente estaban en la primera parte -más allá de que muchas no fueran visibles de noche-.  Por suerte veo un auto de la organización que viene de frente, lo paro y le pregunto si voy bien.  "Seguí la ruta" es la respuesta.

Al principio eso no es un problema y la ruta es más agradable de lo que esperaba, bordeando el fiordo por algunos momentos.  Otra vez empieza a nevar.  Decido no ponerme la campera porque espero que pare rápido pero la nieve es cada vez más intensa y empieza a pegarse al micropolar, así que no tengo alternativa.  Lentamente la ruta se aleja del fiordo y empieza a oscurecer.  La noche es clara gracias a la nieve y espero hasta último momento para encender la linterna.  Ya no hay mucho que ver en realidad, más que donde se pisa.

La falta de marcas me molesta pero trato de focalizarme en lo positivo.  Sigo trotando, no hay todavía signos de la fatiga extrema que sufrí en otras carreras. Por otro lado el estomago empieza a pasarme factura por toda la comida sintética.  Trato de comer unos frutos secos pero no me caen bien.  Hasta el agua me cuesta tragar.  Ya no me sorprende que en el km 59 no haya ni noticias del puesto previsto.  Sí me enfurece que en el km 70 haya una bifurcación de la ruta y ninguna señal.  Veo luces, que pueden ser linternas de corredores, tanto en las colinas de la derecha como en las de la izquierda.  No sé para donde ir.  Nos agrupamos cuatro o cinco corredores.  Uno dice que es por la izquierda, no sé si tiene un motivo objetivo pero no tengo como contradecirlo.

Vamos todos juntos y por suerte, simplemente por suerte porque podría haber ido a la derecha y terminar en cualquier lado, la luz que veíamos resulta ser el puesto del km 71.  El puesto es otra vez patético.  Un bidón de agua, otro de isotónico y unas pocas galletitas rotas.  Le pregunto si no tiene algo caliente y me dice que sí, señalando un calentadorcito con un jarro con capacidad para no más de 300 ml.  Trato de prepararme un té pero la temperatura del agua no debe superar los 25º.  Lo tomo así porque está mejor que el agua de mi caramañola y no quiero esperar y enfriarme.

Yo estoy furioso con la falta de marcas y de puestos, pero todavía no tomo real dimensión del problema.  Me preocupa simplemente tomar un desvío equivocado y tener que abandonar por no tener fuerzas para hacer 10 o 20 km de más, pero estoy en una zona rural donde cada tanto aparece alguna casa. 

Sigo.  Trotar es cada vez más difícil, pero estoy contento de haber superado el km 70 con buenas sensaciones y que la fatiga me pegue recién ahora.  En ese momento me viene mi primera preocupación sería.  ¿Qué habría pasado si se hubiera respetado el itinerario original y yo quisiera dormir -como había planificado- en uno de estos puestos inexistentes o completamente impreparados?  Sospecho -lamentablente con razón- que ni siquiera tienen un protocolo para abandonos. 

Me digo que no es momento de pensar esas cosas y trato de focalizarme en lo positivo.  A lo lejos se ven las luces de Puerto Natales, eso me da más fuerzas.  Calculo que llegaré cerca de medianoche.  Salgo a la ruta 9 y ya siento que la tengo.  Paso el km 86 donde debería estar el último puesto de asistencia, obviamente sin novedades.  Ya ni me enojo.  Pero faltaría el último bochorno.  Entro al pueblo bordeando el fiordo y me pregunto si estará marcado el camino hacia la llegada.  Para mi sorpresa aparecen algunas marcas que indican seguir por el fiordo, pero enseguida desaparecen.  A un cierto punto sale una persona de su casa -es casi medianoche- y me grita “Flaco, por acá”.  Me desvío haciéndole caso y efectivamente encuentro un par de marcas –pero no había ninguna indicación de doblar- que desaparecen después de unos doscientos metros.  Estoy furioso.  Encuentro un hotel y le pregunto dónde queda la plaza de Armas.  “Te pasaste, vuelve una calle y dobla a la izquierda”.  Lo hago y efectivamente encuentro la llegada, aunque termino cruzándola al revés, pocos minutos después de medianoche.  15 hs 31’ para 91.4 km y 2.383 m de desnivel positivo según mi Garmin.

En la llegada hay dos personas esperando adentro de un auto que salen cuando me ven, me preguntan mi número y encaran otra vez para el auto.  Tengo que decirles “¿y la medalla?”  “Ah sí, ¿tú eres de 100 millas o de 100 km?” y me da la que me corresponde.  Pregunto si hay algo caliente y me dicen que no, mientras me señalan una mesa con agua, isotónico y galletitas rotas.

Decido que mejor ir para el hotel sin perder tiempo donde me espera un sándwich que dejé en la mesa de luz, y espero también Dientes que debería haber terminado su carrera hace rato.

Llego tiritando de frío, los últimos metros sin la tensión de la carrera son críticos.  Dientes no está pero no tengo fuerzas para averiguar qué pasa.  Hago un esfuerzo por sacarme la ropa y meterme bajo la ducha caliente.  Cuando el cuerpo recupera temperatura salgo y trato de encontrarla.  Primera alternativa, el spot:  apagado sin señales.  Segunda, los puntos de control de la carrera donde se suponía que nuestros amigos nos podrían seguir:  ninguna información.  Tercera alternativa, el teléfono de contacto de la organización:  “no está disponible”.  Empiezo a buscar por internet el  teléfono de Estancia Perales, su punto de llegada, y en ese momento abre la puerta.  Hizo una excelente carrera en 10 hs 24’ pero la tuvieron dos horas y media esperando el traslado.  Por suerte final feliz para nosotros.  De la tragedia nos enteraremos solo al otro día.  Y eso lo voy a comentar aparte.





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