UltraFiord
2016
La
peor cara del ultrarunning
A
Arturo Martínez Rueda
Prólogo
Es difícil
relatar algo que debe ser una fiesta y termina en tragedia. Pero valga el esfuerzo como homenaje a las
víctimas y como llamado de atención a los demás corredores: el juego que jugamos no está exento de
riesgos, a veces graves, y somos nosotros los primeros en deber cuidar nuestra
seguridad.
Este relato trata
de reflejar lo que sentí en cada momento de la carrera, sin saber lo que
ocurría en ese momento en otros lugares, aunque ahora no puedo sacármelo del
todo de mi cabeza. Sobre ese tema
escribo aparte.
Los preparativos
La UltraFiord me
había parecido interesante desde que se anunció la primera edición en 2015. Montaña, el terreno que más me gusta; cerca de
Torres del Paine, una zona que no conocía y que prometía excelentes paisajes;
la oportunidad de atravesar un glaciar; y una distancia que nunca había corrido
seguido -la "100k" en realidad tenía 114 km- y que me permitiría
seguir aprendiendo cómo dominar el sueño. Un par de consultas a sendos amigos que la
habían corrido y el interés de Dientes por hacer la versión de 50 km -para debutar
en ultra- terminan de convencerme.
Al principio todo
se ve muy bien y la organización me transmite seguridad. El sitio web es completo, hay mucha
información sobre los itinerarios, clima, etc. Una lista extensa de elementos obligatorios. Muchos puestos de control con detalle de qué
tipo de comida se ofrece en cada uno. Dos
puntos donde enviar "drop bags" -bolsas con ropa- que serían
devueltas a la llegada, elemento importantísimo que me permitiría cambiarme
completamente en cada uno, inclusive el calzado, ya que está previsto que
atravesemos mucho barro y nieve. Y sobre
todo un proceso de inscripción de una seriedad pocas veces visto: para cada distancia -hay competencias de 30,
50, 70 y 100 km, y de 100 millas- hay que presentar antecedentes de carreras
similares. Sólo en ese caso se acepta la
inscripción y se habilita el pago. Ojalá
todos los organizadores de ultramaratones tuvieran esta previsión.
Pero de a poco
empiezan a aparecer señales contradictorias. Recibo el mail de habilitación a la
inscripción pero el de confirmación definitiva que debería recibir una vez
hecho el pago nunca llega. Lo reclamo
dos veces y no obtengo respuesta. La
lista de inscriptos no se publica, es más el sitio empieza a parecer estático
sin ningún tipo de información nueva durante meses. Dientes pregunta por el perfil de elevación de
los 50 km -el único que no está publicado- y tampoco lo consigue.
Vale la pena
detenerse en el diseño de los recorridos para entender mejor lo que pasaría
después. En la edición 2015 se habían
corrido las mismas distancias excepto la de 50 km. Todas las distancias menores son un segmento
del recorrido de 100 millas. Pero en
2016 se agrega la distancia de 50 km con un recorrido completamente diferente. En realidad es un "atajo" en la
parte central del recorrido principal que rodea al glaciar en lugar de
atravesarlo. Esto demostraría ser un
excelente detalle de planificación lamentablemente desperdiciado por terribles
errores de implementación.
Hay otras señales
pero sinceramente sólo en retrospectiva me doy cuenta de su importancia. Pocas semanas antes de la carrera reducen
radicalmente la cantidad de elementos obligatorios, designando a la gran
mayoría simplemente como "recomendados" e indicando que el cambio es
para que cada corredor sea más responsable de su seguridad. Esto puede sonar muy lógico pero la
experiencia indica que los corredores, por ignorancia o irresponsabilidad,
tendemos a subestimar los problemas y llevar la menor cantidad de cosas posible. Personalmente creo que los elementos que
pueden salvar una vida deben ser obligatorios y controlados, más cuando una
carrera atrae corredores de todo el mundo que no conocen en detalle las
condiciones de terreno y clima. Esto no
debe quitar las responsabilidades individuales, pero no se debe caer en el
facilismo de “llevá lo que te parezca”.
De todos modos
nosotros seguimos con nuestros planes.
Viajamos casi una semana antes, ya que vamos a aprovechar para
recorrer. La carrera es el viernes, el
plan es hacer trekking por Torres del Paine de domingo a miércoles, y dedicar
el jueves a retirar el kit, organizar todo y descansar.
Yo tengo muchas
expectativas. Como ya dije va a ser mi carrera más larga, tanto en distancia
(114 km) como en tiempo: estimo 25 hs.
en base a los resultados del 2015. Tengo
un plan de alimentación ajustado para reducir la languidez que inevitablemente
me producen los carbohidratos "sintéticos" (geles, chomps y polvos). Quiero eliminar o al menos retardar la fatiga
de los últimos kilómetros empezando un poco más lento. Y sobre todo quiero ver cómo manejo el sueño
que tantos problemas me dio en Patagonia Run.
Esta vez el programa me favorece ya que largada es a las 8:30 (después de una
noche completa de descanso) y los primeros síntomas deberían aparecer a las 15 o 16 horas de
carrera. Mi plan es dormir 20 minutos en
un puesto de control para recuperarme y seguir.
Tengo mucha curiosidad de saber si me va a funcionar.
La previa
Después del
trekking -eso es material de otra historia- llegamos a Puerto Natales el
miércoles un poco antes de lo previsto.
Estamos contentos porque el clima fue muy bueno toda la semana. Aprovechamos para retirar el kit. El procedimiento es un poco desorganizado
pero nada fuera de lo común. El personal
no parece saber mucho más de lo que tiene que hacer en ese momento, pero no hay
novedades. Vamos al hotel a organizar
todo el material. En un último repaso de
los elementos obligatorios descubro que el 10 de abril -cinco días antes de la
carrera, cuando ya muchos estábamos en viaje- agregaron un elemento
obligatorio: un "vaso no
descartable". Esto sería cómico o
una molestia menor, si no fuera por la tragedia posterior.
Esa noche hay una
serie de charlas que también se demostrarían desafortunadas por los
acontecimientos posteriores. La primera
a cargo de un alpinista minimalista que se
deshace en elogios a Kilian Jornet y exalta la escalada en zapatillas y
sin ningún elemento de seguridad. La
exposición es demasiado extensa, monótona y objetivamente no muy relevante para
la carrera, pero nadie quiere irse porque el último en hablar será el director
de la carrera. La segunda está a cargo
de un corredor chileno que hizo las 100 millas el año pasado y repite este
año. Es mucho más breve, focalizada y
relevante que la anterior. Sobre todo
nos enfatiza la cantidad de barro y turba que enfrentaremos, "kilómetros y
kilómetros" son sus palabras. Pero
también enfatiza el correr minimalista con escasos elementos.
Finalmente llega
el director de la carrera. No es una
charla técnica -no está prevista y no la habría- sino una actualización. Nos dice que las previsiones de tiempo son
muy malas, con fuertes vientos y nieve, y por eso han debido modificar todos
los itinerarios "excepto el de 50 km que se mantiene igual". Básicamente lo que han hecho es eliminar la
trepada al glaciar, haciéndonos pasar a todos por la ruta de 50 km que lo rodea
y alterando algunos puntos de partida para ajustar las distancias que de todos
modos se reducen en aproximadamente 20 km.
Los horarios y puntos de reunión se mantienen y nos dice que durante la
noche todos los detalles del recorrido estarán cargados en el sitio web. Enfatiza que han reforzado las marcaciones
para que "todas se vean de noche y de
día". Ante una pregunta específica
si debemos esperar marcas cada 100 o 200 m responde riéndose que "cada 10
o 20 m". En este momento me da
impresión de profesionalismo y de haber tomado una decisión prudente en
beneficio de la seguridad de todos.
Cenamos unos
buenos mariscos regados por un Sauvignon Blanc y Dientes empieza a mostrarse
preocupada. Dice que "no sabe si
está preparada", que la asusta el frío y una larga serie de etcéteras. Yo trato de tranquilizarla, diciéndole que
está más que preparada, que es una distancia apenas mayor que la 42k de La
Angostura, que en la Transalpina tuvimos al menos un día con un clima tremendo,
y otra larga serie de etcéteras. Nada
parece conformarla. En cierto momento
cometo el error de ofrecerle que hagamos juntos los 50 km. No es una buena idea porque me parece mejor
que confíe en sus propias fuerzas a que se relaje porque yo esté al lado. Ella debe pensar lo mismo porque no acepta.
Yo estoy más
desilusionado que preocupado. El glaciar
era la parte más atractiva del itinerario, pero tengo que aceptar que se privilegie
la seguridad. Lamento no poder hacerlo
pero no tengo quejas. A descansar que mañana ajustaremos
detalles.
El jueves por la mañana no hay
ninguna novedad en el sitio. Salimos a
caminar y nos cruzamos con algunos corredores que no saben nada de los cambios. Volvemos al lugar de entrega de los kits y
todo lo que encontramos es un mapa en formato A4 con los cambios indicados a
mano. Es básicamente lo que nos habían
dicho pero nos aclaran que en mi caso se elimina el primer puesto de drop bag,
quedando solo uno. Esta vez nos dicen
que a las 14:00 estará
actualizado el sitio.
Vuelta al hotel a
reorganizar el material y a esperar que aparezca la confirmación oficial -no
sea que haya otros cambios-. Finalmente
en la web se confirma todo e incluso se publica un detalle actualizado de los
puestos de asistencia. Para los 92 km
serían 8 en total. Ahora sí, cierro mi "drop bag" y vamos a
entregarla junto con la bolsa de llegada de Dientes -yo no preparo bolsa de
llegada porque mi carrera termina en Puerto Natales, a 500 m del hotel-. Aprovechamos la salida para comprar los vasos
no descartables -me parece ridículo pero quiero cumplir con el reglamento, y no
sea que me pierda una sopa por no tenerlo-.
También decido comprar una nueva campera impermeable porque la que llevé
tiene solo medio cierre y es incómoda para ponérsela y sacársela.
El clima empeora
notablemente. Baja la temperatura, cae
agua nieve y sopla un viento helado.
Durante la cena Dientes sigue con sus dudas y preocupaciones. Vamos a dormir que mañana arrancamos
temprano.
La carrera
Mi despertador
suena 4:30. Me visto y bajó a desayunar -el hotel preparó
un desayuno express para los corredores-.
Salgo a ver el clima y me alegra ver que está muy frío pero no llueve ni
hay viento. Subo, termino de acomodar
las cosas y me despido de Dientes porque es hora de ir a tomar el micro hacia
la largada. Cuando salgo otra vez cae
agua nieve y sopla un viento tremendo.
El punto de encuentro es una esquina a la intemperie, frente a la
llegada. Así que todos nos amontonamos
en un pequeño cobertizo. Por suerte los
micros son puntuales y a las 6:00 ya estamos en
camino. Son casi dos horas hasta el
hotel Río Serrano y aprovecho para relajarme y dormir un poco.
La llegada al
hotel es alentadora en muchos sentidos y no permite prever lo que pasaría
después. Ya no llueve y el hotel nos
ofrece un amplio hall y baños a nuestra disposición. No hay bebidas calientes pero hay muchas
botellas de agua mineral para todos.
Mientras tanto
Dientes repite mi mismo proceso (su horario de encuentro es 7:30). Desayuna con
Pico y Pala que corre los 70 km y la encuentra "extremadamente
preocupada" -por no usar una expresión más escatológica-. Más tarde me confesaría que consideró
seriamente no largar y que decidió hacerlo porque temía que yo me enterara que
estaba fuera de carrera y me preocupara innecesariamente.
Empiezo a sentir
la ansiedad prelargada. Estudio a los
demás para validar mi estrategia de vestimenta.
Estoy muy abrigado en la parte superior con una remera térmica 2.0, una
remera común y la campera impermeable además de gorro y guantes, pero solo con
shorts en las piernas. Mi idea es que
como vamos a cruzar continuamente arroyos y "kilómetros y kilómetros"
de turba es mejor no tener una calza que se mantenga constantemente húmeda. Aproximadamente la mitad de los corredores
parece pensar de la misma manera.
Un minuto antes de las 8:30 nos invitan a
salir y rápidamente, sin ninguna emoción, largamos. Los dos o tres primeros kilómetros son
planos, pero trato de ir lento para no desgastarme rápido. Empieza la trepada en el bosque, nada
especial, pero entro en calor. Las
marcas son buenas y muy seguidas, como habían prometido. A pesar de eso me pierdo un par de veces pero
por distraerme y seguir al de adelante en lugar de las marcas. No pierdo mucho tiempo pero a partir de ese
momento decido enfocarme solamente en las marcas.
Casi exactamente
en el kilómetro 8, como estaba previsto, está el primer puesto de asistencia. Otra buena señal. No paro porque llevo apenas una hora y no
necesito nada. Además, desistí de
sacarme la campera porque empieza a caer agua nieve. Sé que en el km 13 está el punto más alto y a
partir de ahí el perfil indicaba todo descenso suave y un par de descensos más
bruscos.
Al llegar al km
13 el paisaje cambia drásticamente. Se
acaba la trepada pero también se acaba el bosque. Es una planicie de rocas de todos los tamaños
entre dos cerros con el glaciar a la derecha.
Graniza fuerte –por suerte piedras muy chicas- y sopla un viento helado,
a veces de costado y a veces de frente que hace difícil avanzar. Me hace recordar a mis días de Chicago. Tengo que andar con cuidado porque las lajas
húmedas resbalan y puede ser peligroso. Trato
de pisar la nieve cuando veo que tiene consistencia, pero cada paso es una
decisión. Pienso en Dientes que a esa
hora estará largando y me ilusiono con que cuando pase ella el tiempo mejore. Eso no pasaría en todo el día. Como sé que no tenemos que subir más y a ambos
lados hay cerros supongo que tenemos que atravesar toda la planicie (unos 7 km)
para empezar a bajar. Espero que pase
rápido y me digo que cuando termine todo va a estar mejor. A veces hay que tener cuidado con lo que se
desea.
Poco antes del
final de la planicie hay un puesto de control -no de asistencia-. Nos dicen que en tres kilómetros más
tendremos comida caliente. Exactamente
en línea con lo previsto.
Empieza la bajada
y otra vez cambia radicalmente el clima y el paisaje. No hay viento, el granizo se transforma en
nieve, se acaban las lajas y empieza el barro.
Como para darme la bienvenida me resbalo en el primer paso y bajo tipo
tobogán. Y como estoy con shorts me
lleno de barro que siento que me llega hasta la garganta por el camino interno,
por decirlo de alguna manera. Me
arrepiento de haber deseado el final de las lajas. Todo este tramo es una sucesión de barro,
turba y resbalones. De a poco le tomó la
mano al barro y me caigo menos. Hay
varios cruces de arroyos poco profundos que sirven para lavar las zapatillas,
pero eso dura poco. Las marcas me siguen
pareciendo excelentes pero como me haría notar Pico y Pala después no eran
buenas para los que tendrían que pasar de noche: en muchos tramos había solo cintas blancas
atadas alrededor de los árboles que no eran reflectivas y difíciles de
distinguir de la nieve.
Pienso en Dientes
que en ese momento debe estar cruzando el sector más frío y espero que no haya
empeorado el clima. Vuelvo a mi carrera
y me preocupa que el Garmin siga marcando kilómetros y el puesto de asistencia
no aparezca. Finalmente lo encuentro en
lo que para mí es el kilómetro 30 y les pregunto si es el puesto del km 23 y mi
Garmin está completamente desorientado o es el puesto del km 31 y el del km 23
no existe. Me confirman que estamos más
o menos en el km 30 y me dicen que hubo varios problemas para llegar a los
puestos por el clima y los cambios. Esto
no me cierra. El clima en este punto no
es nada extraordinario, apenas mucho frío.
Y este recorrido y estos puestos estuvieron siempre previstos para los
50 km, por lo que la organización debería tener claro cómo llegar. Pero lo peor es que el "puesto" es
una mesa con un bidón donde ponen agua del arroyo cercano y unas pocas
galletitas rotas. No hay nada caliente. Esto ya no me gusta. Además, las personas a cargo no tienen
contacto con la organización ni parecen estar capacitadas para mucho más que
llenar caramañolas.
Sigo bajando y el
clima cambia radicalmente otra vez. El
cielo está completamente despejado y tengo mucho calor. Decido parar a sacarme la campera. Ahora hay mucho menos barro, pero hay turba
alternada con tramos donde se puede correr. Paso el km 36 donde se suponía que
habría otro puesto, sin noticias. Ya no
me sorprende. Lo que si me sorprende es
que vuelve a nevar, pero como es nieve seca que prácticamente no moja decido no
parar hasta el puesto del km 48 -que tiene que estar sí o sí porque es el final
de la carrera de 50-.
El puesto llega
puntualmente a orillas de un lago poco después de que el Garmin marque 47
km. Pero no es como esperaba un lugar
tan acogedor como en la largada. Es un domo dónde está la comida fría y a donde
nos alcanzan un plato de comida caliente. Recojo mi drop bag y me cambió completamente
de ropa: nuevas medias, zapatillas,
remera térmica y guantes, y ahora calzas en lugar del short. Estoy tan bien de temperatura que dudo si
ponerme un micropolar, decido que sí porque dentro de poco va a anochecer y
bajará aún más la temperatura. Pero
mientras estoy terminando de comer empiezo a temblar de frío. La falta de movimiento me está haciendo mal. Así que decido apurarme y salir.
La segunda parte
de la carrera es completamente diferente. Toda por caminos rurales o rutas. Salgo y a los pocos metros no encuentro señales.
Me preocupo porque venía acostumbrado a
las señales cada 10 o 20 m como habían prometido y efectivamente estaban en la
primera parte -más allá de que muchas no fueran visibles de noche-. Por suerte veo un auto de la organización que
viene de frente, lo paro y le pregunto si voy bien. "Seguí la ruta" es la respuesta.
Al principio eso
no es un problema y la ruta es más agradable de lo que esperaba, bordeando el
fiordo por algunos momentos. Otra vez
empieza a nevar. Decido no ponerme la
campera porque espero que pare rápido pero la nieve es cada vez más intensa y
empieza a pegarse al micropolar, así que no tengo alternativa. Lentamente la ruta se aleja del fiordo y
empieza a oscurecer. La noche es clara
gracias a la nieve y espero hasta último momento para encender la
linterna. Ya no hay mucho que ver en
realidad, más que donde se pisa.
La falta de
marcas me molesta pero trato de focalizarme en lo positivo. Sigo trotando, no hay todavía signos de la
fatiga extrema que sufrí en otras carreras. Por otro lado el estomago empieza a
pasarme factura por toda la comida sintética. Trato de comer unos frutos secos pero no me
caen bien. Hasta el agua me cuesta
tragar. Ya no me sorprende que en el km
59 no haya ni noticias del puesto previsto.
Sí me enfurece que en el km 70 haya una bifurcación de la ruta y ninguna
señal. Veo luces, que pueden ser
linternas de corredores, tanto en las colinas de la derecha como en las de la izquierda. No sé para donde ir. Nos agrupamos cuatro o cinco corredores. Uno dice que es por la izquierda, no sé si
tiene un motivo objetivo pero no tengo como contradecirlo.
Vamos todos
juntos y por suerte, simplemente por suerte porque podría haber ido a la
derecha y terminar en cualquier lado, la luz que veíamos resulta ser el puesto
del km 71. El puesto es otra vez
patético. Un bidón de agua, otro de isotónico
y unas pocas galletitas rotas. Le
pregunto si no tiene algo caliente y me dice que sí, señalando un
calentadorcito con un jarro con capacidad para no más de 300 ml. Trato de prepararme un té pero la temperatura del
agua no debe superar los 25º. Lo tomo
así porque está mejor que el agua de mi caramañola y no quiero esperar y
enfriarme.
Yo estoy furioso
con la falta de marcas y de puestos, pero todavía no tomo real dimensión del
problema. Me preocupa simplemente tomar
un desvío equivocado y tener que abandonar por no tener fuerzas para hacer 10 o
20 km de más, pero estoy en una zona rural donde cada tanto aparece alguna
casa.
Sigo. Trotar es cada vez más difícil, pero estoy
contento de haber superado el km 70 con buenas sensaciones y que la fatiga me
pegue recién ahora. En ese momento me
viene mi primera preocupación sería.
¿Qué habría pasado si se hubiera respetado el itinerario original y yo
quisiera dormir -como había planificado- en uno de estos puestos inexistentes o
completamente impreparados? Sospecho
-lamentablente con razón- que ni siquiera tienen un protocolo para abandonos.
Me digo que no es
momento de pensar esas cosas y trato de focalizarme en lo positivo. A lo lejos se ven las luces de Puerto Natales,
eso me da más fuerzas. Calculo que
llegaré cerca de medianoche. Salgo a la
ruta 9 y ya siento que la tengo. Paso el
km 86 donde debería estar el último puesto de asistencia, obviamente sin
novedades. Ya ni me enojo. Pero faltaría el último bochorno. Entro al pueblo bordeando el fiordo y me
pregunto si estará marcado el camino hacia la llegada. Para mi sorpresa aparecen algunas marcas que
indican seguir por el fiordo, pero enseguida desaparecen. A un cierto punto sale una persona de su casa
-es casi medianoche- y me grita “Flaco, por acá”. Me desvío haciéndole caso y efectivamente
encuentro un par de marcas –pero no había ninguna indicación de doblar- que
desaparecen después de unos doscientos metros.
Estoy furioso. Encuentro un hotel
y le pregunto dónde queda la plaza de Armas.
“Te pasaste, vuelve una calle y dobla a la izquierda”. Lo hago y efectivamente encuentro la llegada,
aunque termino cruzándola al revés, pocos minutos después de medianoche. 15 hs 31’ para 91.4 km y 2.383 m de desnivel
positivo según mi Garmin.
En la llegada hay
dos personas esperando adentro de un auto que salen cuando me ven, me preguntan
mi número y encaran otra vez para el auto.
Tengo que decirles “¿y la medalla?”
“Ah sí, ¿tú eres de 100 millas o de 100 km?” y me da la que me
corresponde. Pregunto si hay algo
caliente y me dicen que no, mientras me señalan una mesa con agua, isotónico y
galletitas rotas.
Decido que mejor
ir para el hotel sin perder tiempo donde me espera un sándwich que dejé en la
mesa de luz, y espero también Dientes que debería haber terminado su carrera
hace rato.
Llego tiritando
de frío, los últimos metros sin la tensión de la carrera son críticos. Dientes no está pero no tengo fuerzas para
averiguar qué pasa. Hago un esfuerzo por
sacarme la ropa y meterme bajo la ducha caliente. Cuando el cuerpo recupera temperatura salgo y
trato de encontrarla. Primera
alternativa, el spot: apagado sin
señales. Segunda, los puntos de control
de la carrera donde se suponía que nuestros amigos nos podrían seguir: ninguna información. Tercera alternativa, el teléfono de contacto
de la organización: “no está
disponible”. Empiezo a buscar por
internet el teléfono de Estancia
Perales, su punto de llegada, y en ese momento abre la puerta. Hizo una excelente carrera en 10 hs 24’ pero
la tuvieron dos horas y media esperando el traslado. Por suerte final feliz para nosotros. De la tragedia nos enteraremos solo al otro
día. Y eso lo voy a comentar aparte.
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