sábado, 14 de mayo de 2011

Marathon des Sables (parte 1)

A mi manera
Mi crónica de la Marathon des Sables



¿Voy o me quedo? (La decisión)

If I go there will be trouble
And if I stay it will be double
So you gotta let me know
Should I stay or should I go?
(Should I stay or should I go?, The Clash)

Si voy va a haber problemas
Y si me quedo será el doble
Así que tienes que decirme
¿Voy  o me quedo?

¿Cuándo comienza una carrera?  “Con la señal de largada” es la respuesta obvia.  Sin embargo estoy convencido de que aquellas carreras importantes, que requieren una preparación detallada, comienzan mucho antes.

Quizás desde el momento en que la conocemos.  Aunque mi relación con Sables no haya sido precisamente de amor a primera vista.  Las primeras noticias de su existencia las tuve a principios del 2003 cuando yo daba mis primeros pasos (pocos y lentos) en el grupo Panteras y observaba cómo nuestra corredora estrella, Correcaminos, se preparaba para enfrentarla.  En ese momento ni me plantee la posibilidad de hacerla:  aunque no tuviera noción de su nivel de dificultad, simplemente estaba fuera de mis posibilidades.  Pero alguna semilla debe haber sido plantada ya en ese entonces.

El tiempo pasó y la distancia de mis carreras fue aumentando.  De vez en cuando la pregunta sobre Sables aparecía de algún compañero de entrenamiento (o quizás de mí mismo).  Por algo Sables es la carrera mítica por excelencia.  No la de mayor distancia, ni la que lleva más tiempo, ni la de condiciones más extremas, tal vez no la más exigente.  Pero tiene un poco de cada uno de esos elementos y la mística adicional que la convierte en un clásico.  Lo mismo que Wimbledon para un tenista, St. Andrews para un golfista o Montecarlo para la Fórmula 1.  Incluida entre las diez pruebas de resistencia más importantes del mundo por la revista Time, junto al Tour de France y al Rally Dakar.  Difícil de explicar, aunque para mí la mejor definición la daría pocos metros después de la llegada Mataró, un excelente corredor catalán, duro si los hay, y compañero de “jaima” con montones de ultramaratones a cuestas:  “No será la más dura, pero es en la que más he llorado”.

Esas preguntas chocaban siempre con mi negativa.  “El calor no es para mí”, respondía cerrando toda posibilidad.  Y creo que era cierto.  El “calor” (25º) había frustrado la posibilidad de mejorar mi marca en la maratón de Londres del 2007.  Pero evidentemente, aunque tal vez no me diera cuenta, la semilla estaba echando raíces.

O quizás el verdadero comienzo de la carrera sea cuando empezamos a tomar en serio la posibilidad de hacerla…

Después de las 100 millas del Himalaya en octubre del 2009 la pregunta se hizo más insistente.  Y aquí tengo que confesar que mi resistencia empezó a aflojar.  Encontraba pocas carreras por etapas y ninguna me motivaba lo suficiente.  Pero mis dudas sobre el calor seguían vigentes.

Al poco tiempo me entero de que Híperatleta iba a correrla en el 2010 y el cosquilleo aumenta.  En mayo voy a correr la Muralla China y conozco a Ñúbels, que ya la había corrido y me insiste en todos los idiomas para que la haga.  Como si fuera poco, me va muy bien en esa carrera a pesar de ser un día “caluroso” (29º) y tengo muy buenas sensaciones.  A mi regreso leo la crónica de Híperatleta y aumentan las ganas, pero siguen las dudas.

Estoy un buen tiempo deshojando la margarita y pensando si voy a tener la suficiente motivación para entrenar pero las dudas persisten.  Hasta que un día de septiembre decido hacer lo que siempre me funcionó para eliminar dudas y generar motivación:  completo el formulario y pago la inscripción.

¿Será ése el verdadero momento en que empieza una carrera?  Para mí, sí.  No solo por la inversión económica, sino también por el “compromiso” que siento ante la organización, mis amigos, y principalmente hacia mí mismo.  “Ya me anoté, ahora tengo que hacerme cargo”, es el pensamiento de base.



Con una ayudita de mis amigos (Los preparativos)

I get by with a little help from my friends
I get high with a little help from my friends
Gonna try with a little help from my friends
(With a little help from my friends, Lennon-McCartney, by Joe Cocker)

Me las arreglo con una ayudita de mis amigos
Tomo altura con una ayudita de mis amigos
Voy a intentarlo con una ayudita de mis amigos

Ahí empieza la preparación.  Y para prepararme bien necesito el mejor equipo, mis amigos.  Primero consulto al Teacher, que no solo es un excelente entrenador, sino que ya había preparado a Correcaminos para esta carrera.  El plan funcionaría a la perfección:  Muchos kilómetros, pocas series, salidas largas los viernes, sábados y domingos con peso, bastante gimnasio.  En total, entrenamiento todos los días con doble turno dos o tres veces por semana.

Pero desde el comienzo sabía que lo físico era solo la base:  imprescindible, pero no suficiente.  Las características de la carrera hacen que haga falta mucho más:  250 km en siete días, en el desierto del Sahara, incluyendo una etapa de 80 km.   En régimen de autosuficiencia, es decir teniendo que llevar conmigo todo lo necesario para esos siete días:  comida, abrigo, bolsa de dormir, etc.  La organización solo provee el agua (unos 10 litros por día) y las “jaimas”, especie de carpas beduinas para dormir.

reúno con cuatro amigos que ya la habían corrido:  los ya mencionados Correcaminos, Híperatleta y Ñúbels; y Bizñús, que fue uno de los pioneros argentinos.  Por suerte cada uno tiene un nivel atlético diferente y me da una visión ligeramente diferente, aunque coincidente en los aspectos clave.  “El problema principal es el peso” es el mensaje recurrente.  Y cada uno me da consejos para reducirlo.  “Es una carrera de management”, me dice Bizñús insistiendo en qué una adecuada planificación es mucho más importante que una excelente condición física (y cuánta razón tendría).

Así, mientras empiezo a sumar kilómetros voy planificando detalladamente cada minuto, si es posible, y principalmente cada elemento a llevar.  La mochila, de 20 litros más un bolsillo de cuatro litros en el pecho, es la recomendada por Híperatleta.  “Lo que no entra ahí, no va”, es su sabio consejo.  La comida, fundamental, recomendada por todos y diseñada en detalle por Nutricionista, es liofilizada, nutritiva pero que ocupa poco espacio y pesa poco.  Las polainas, otro elemento clave para evitar que entre arena en las zapatillas.  Y toda una serie de elementos obligatorios, o casi, como el aspiraveneno, la “cocina” (una simple base metálica de 10 cm x 5 cm para ubicar las pastillas de alcohol), una bolsa de dormir súper liviana, etc., etc.  Y finalmente, pequeños “lujos”, como el cargador solar (también recomendado por Híperatleta) que permite al Garmin funcionar durante los siete días y marcarme cada kilómetro recorrido.

A medida que la lista va tomando forma me doy cuenta de que va a ser casi imposible conseguir todos esos elementos en Argentina.  Así que uniendo el “deber” con el placer vamos con Dientes a festejar fin de año a Nueva York y a proveerme de todo lo necesario.  Esa semana serían mis únicas vacaciones del entrenamiento.  Las compras, un éxito, y kilos de exceso de equipaje.

Como la comida es mi preocupación fundamental compro el doble de la que necesito para “ir adaptándome”.  Apenas llegamos a casa preparamos un sobre para ver qué gusto tiene y primera sorpresa positiva:  ¡es excelente!  Con Dientes nos peleamos por el último bocado.  Así que problema resuelto, no hace falta adaptación.

Todos los elementos van a una caja en un rincón del departamento.  Me faltan muy pocas cosas.  En realidad, más que faltarme es que voy afinando la lista.  Pero inconscientemente me resisto a armar la mochila.  Lo voy dejando para más adelante.

Aunque no la arme con el contenido verdadero, empiezo a probar cómo va a ser correr con la mochila.  De a poco voy aumentando el peso hasta llegar a los 8 kg, incluyendo la bolsa de dormir en dónde debe ir.  Los resultados son mixtos:  por un lado la mochila es excelente y se adapta perfectamente al cuerpo sin generar roces.  Por el otro, correr con ese peso y con el calor del verano de Buenos Aires me agota.  No hay dudas de que tengo que entrenar duro.

Pero para mí el entrenamiento ya es durísimo.  A esa altura estoy en 120 km más 1h 20’ de escalador y tres sesiones de gimnasio por semana.  Nunca entrené tanto en mi vida.  Hago malabarismos con los horarios.  Cuando puedo entreno antes de ir a trabajar y voy al gimnasio al mediodía.  Pero no puedo descuidar el descanso y la buena alimentación, así que vivo corriendo en más de un sentido.

Más adelante agradecería todo este entrenamiento.  Sables es muy dura, y como decía antes, la condición física es solo el comienzo.  Pero si no se llega en la mejor condición física posible el sufrimiento es inevitable.

A esta altura ya soy insoportable para todos los que me rodean.  No solo vivo entrenando sino que cuando no lo hago hablo exclusivamente de la carrera.  Pero mis amigos me entienden y me apoyan con aliento, consejos, acompañándome en los entrenamientos o adecuando los encuentros sociales a mis horarios.  Para hacerlos todavía más partícipes a todos y tenerlos más presentes en el Sahara les pido que cada uno me dedique una canción para escuchar en el desierto en los momentos de descanso.  Ese sería para mí uno de los mejores momentos del día y me daría unas fuerzas tremendas.

Sigo con el entrenamiento.  La combinación de calor y peso me agota.  Por momentos me pregunto si estaré a la altura de las circunstancias.  Hasta que un día de fines de enero sorprendentemente baja la temperatura y me doy cuenta de que el peso no es el mayor de los problemas.  “El calor seco es otra cosa” me habían dicho, así que me decido a probarlo para sacarme la duda.

Aprovechando el feriado de carnaval viajo a San Juan para entrenar en clima seco.  Con tanta suerte que me encuentro con tormentas y caminos cortados por las inundaciones.  Por lo que el entrenamiento en clima seco termina siendo un entrenamiento en el que cada dos kilómetros cruzo arroyos donde el agua me llega a las rodillas.  “A lo mejor tengo la misma suerte y nieva en el Sahara”, pienso.

Se acerca el momento de viajar y ya no puedo postergar el armado de la mochila.  Los elementos ya están todos:  dos comidas y un desayuno por día, más geles, barras y frutas secas para comer durante la carrera.  En total unas 2.800 calorías diarias.  Además de eso la bolsa de dormir, un conjunto de ropa de algodón para la tarde/noche, un mameluco de papel (liviano y abrigado), tres pares de medias de repuesto, el cargador solar, la cámara de fotos, el iPod con las canciones y pocas cosas más.

Empiezo a cargar la mochila y cuando está llena todavía tengo la mitad de las cosas afuera.  Empiezo a preocuparme.  Hasta que Dientes con su paciencia va comprimiendo las cosas y me demuestra que con un poco de dificultad entra todo.  Suspiro de alivio.

Los últimos días son para la puesta a punta.  Visita a Osteópata para que me acomode los huesos y a mi pedicuro favorito, Olegario, para que me mime un poco las herramientas más importantes.  Ya estoy listo.



No me detengan ahora (La previa)

Don't stop me now ('Cause I'm having a good time)
Don't stop me now (Yes I'm having a good time)
I don't wanna stop at all
(Don’t stop me now, Queen)

No me detengan ahora (porque la estoy pasando bien)
No me detengan ahora (sí, la estoy pasando bien)
No quiero parar en absoluto.

Después de varias cenas de despedida llega el momento de irme.  Mi paranoia está al máximo:  Todos los elementos de la carrera (excepto los prohibidos como las pastillas de alcohol o el cortaplumas) van en el bolso de mano.  Las zapatillas, obviamente puestas.

Llego a Madrid un día antes de la partida a Marruecos (por las dudas).  Aprovecho para tratar de hacer unas compras de último momento y por suerte encuentro algo que había subestimado pero resultará fundamental:  una caramañola con pico que va en el pecho.

Viernes 1/4 11.00 hs..  Encuentro en Barajas con todo el grupo de españoles que viajamos juntos.  Allí conozco a los otros cuatro argentinos (aunque ya estábamos conectados por mail) y a los otros tres compañeros de jaima, españoles.  Excelentes corredores y mejores personas.  Como somos siete hombres y una mujer inmediatamente decidimos que seríamos Blancanieves y los siete enanitos. 

El ambiente es distendido y enseguida hacemos camaradería.  Un par de horas de espera y un poco menos de vuelo hacia Er Rachidia.  Por suerte con los españoles somos unos 90 y eso le alcanza a los organizadores para chartear un avión chico que puede aterrizar en este aeropuerto, a unos 170 km de la largada.  Los franceses (y el resto del mundo que vuela desde París) van a Ouzarzate, a más de 400 km.

Subimos a un micro donde recibimos el “road book”, un detalle de cada etapa.  Demasiada información para digerir de golpe, por ahora basta saber cómo están divididas las etapas:  33, 38, 38, 82, 42,2 y 17,5 km, total 250,7 km, unos 10 km más que lo normal, pero igual que el último año.  Ninguna sorpresa.  Dos horas más tarde el micro para y nos esperan unos camiones del ejército que nos llevan al campamento a través del desierto.  Vamos como ganado pero estamos todos excitados.  Vinimos al desierto y lo estamos viviendo.  Además, por ahora esfuerzo cero.


Llegamos.  Las jaimas están organizadas en círculo, enfrentadas con un pasillo en el medio.  Son unas 120.  Hay una “entrada” entre la jaima 1 y la 120 y del otro lado está el sector de la organización.  “Off limits” para todos los corredores, excepto por los lugares de servicio:  la enfermería, Internet, el teléfono satelital y alguna otra oficina más.  Las jaimas son mucho más básicas de lo que esperaba, más “toldos” que carpas:  una alfombra de unos dos metros por cuatro para ocho personas en el piso y una tela a dos aguas sostenida por palos como techo.  Con dos lados abiertos.




Nos vamos acomodando y recibimos una mala noticia.  Falta un bolso de Acertijo con varios elementos para la carrera, incluso las zapatillas.  Me preocupo, como todos, pero al mismo tiempo me digo que es imposible que me hubiera pasado a mí.  No porque esté exento de tener un accidente, sino porque con mi paranoia el bolso con las cosas de la carrera lo tenía más vigilado que el maletín nuclear del edecán de Obama, y las zapatillas de la carrera las tengo puestas desde hace días:  para perder algo me tendrían que haber amputado. 

La "Legión Argentina" en nuestra jaima

Como todavía no estamos en régimen de autosuficiencia la cena es por cuenta de la organización.  Abundante, sabrosa y nutritiva, incluyendo vino o cerveza.  Acumulamos energía y nos vamos a la jaima a dormir.

Ahí llega mi primera sorpresa.  Siguiendo los consejos recibidos no llevo ningún tipo de colchoneta, así que empiezo a limpiar cuidadosamente el piso debajo de la alfombra para que no haya piedras que se me claven durante la noche.  Miro a mi alrededor y veo que TODOS los demás tienen algún tipo de colchoneta, inflable, de gomaespuma u otra variedad, pero todos tienen algo.  Dudo por un instante, pero algo me dice que el peso adicional no vale la pena.  De todos modos los demás me miran con una mezcla de asombro y lástima.  Pero yo estoy seguro de mi decisión, y cada día la confirmaría más.  La noche es fría (5/10º calculo) así que me abrigo con mi mameluco y me meto en la bolsa.  Antes de dormirme escucho algunas de las canciones que mis amigos me dedicaron y recordar a cada uno me da todavía más energía.

Me despierto poco después del amanecer y empiezo a organizar lentamente mis cosas.  Hoy tengo que entregar el equipaje que voy a recibir después de la llegada y quedarme solamente con los elementos de la carrera.  Ya me visto con la ropa seleccionada cuidadosamente para correr:  remera muy liviana, calzoncillo de running tipo boxer y calzas para evitar paspaduras, medias con dedos, mis zapatillas duras y las polainas, la gorra tipo legionario (pero blanca), el buff y los lentes.  Armo la mochila con lo mínimo indispensable y la peso:  9,5 km sin líquido.  Demasiado.  Pero no tengo nada para descartar, excepto que decida comer menos, lo que sería demasiado arriesgado.  Después de mucho revolver veo que lo único que puedo descartar es la funda de la cámara de fotos y unas chancletas de las que regalan en los hoteles.  Ahorraré unos 200g, pero me queda la satisfacción de no tener nada que no sea imprescindible.


A media mañana aparece el bolso de Acertijo. No entiendo muy bien qué pasó, pero lo importante es que está otra vez con su dueño.

Mi control es entre las 11.00 y las 14.00, así que almuerzo (otra vez por cuenta de la organización) y voy a hacer la fila.  Hay mucha gente pero se pasa bastante rápido.  Me dan dos números, uno para el pecho y otro para la espalda, la bengala (para una emergencia), la tarjeta de control para el agua y me controlan los certificados médicos.  El control de los elementos obligatorios se lo hacen solo a la elite.

Termina el control y no tengo nada que hacer.  Me muero de la ansiedad por correr, pero tengo que esperar hasta mañana.  Así que aprovecho para conocer a alguno de los demás corredores.  Incluso a Mohammed, el ganador del año anterior que está a dos jaimas de nosotros.

Con Mohammed, ganador del 2010


Antes de que den las ocho ya es de noche.  Vamos a disfrutar de la última cena que nos da la organización y a dormir.  Mañana empieza la verdadera aventura.




3 comentarios:

  1. Estoy acá, atrapada con el relato ... y pienso "¿Puede ser que este hombre haga todo lo que hace, tan bien? ...¿Cómo puede ser que me siga sorprendiendo su capacidad?"
    Continúo leyendo y parece que uno estuviese ahí, pues la descripión es tan minuciosa y detallada que brinda esa sensación...
    Robert, ya te lo dije una vez: publicá tus producciones, ya que, entre tantos talentos que poseés, tenés el de escribir para que otros disfruten al leerte...
    Chapeau amigo... te admiro mucho y te sigo por acá ...

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  2. Un gran abrazo de tu hermanito mayor

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  3. Qué se la va a hacer... Los amigos uno los elige, los parientes los tiene que soportar (jaja).

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