Fire&Ice 2015
Siempre algo que aprender
Siempre dije que un factor
importante para superar estos desafíos es prepararse para los imprevistos. Ahora, los imprevistos -como dijo un
Secretario de Defensa estadounidense- pueden ser de dos clases. Están los
"known unknowns", o sea cosas que sabemos que no sabemos, como el
clima durante los días de la carrera, o los obstáculos que nos encontraremos en
el recorrido. Pero también están los
"unknown unknowns", o sea cosas que no sabemos que no sabemos, y para
las que por definición no podemos tener un plan. Simplemente tratar de reaccionar de la mejor
manera si se presentan y acumular experiencia para la próxima vez. Uno de estos "unknown unknowns",
por banal que pueda parecer, condicionaría toda mi carrera. Pero no nos adelantemos.
La decisión
Cuando en diciembre me
informan de la cancelación del Ice Ultra prevista para principios de febrero
y para la que me había estado preparando durante meses me da tanta bronca e
impotencia que me quedo sin ganas de correr.
Pero obviamente al poco tiempo se me pasó y entonces empiezo a buscar
alternativas. La Fire&Ice ya la
tenía en la mira: Islandia, un país de
paisajes misteriosos, lleno de volcanes y glaciares, donde Julio Verne ubicó la
entrada al centro de la Tierra y se entrenaron los astronautas antes de ir a la
luna, siempre me había provocado curiosidad.
Un par de mensajes al organizador para aclarar algunas dudas y el
objetivo ya estaba decidido.
Los preparativos
Como siempre, para la
preparación cuento con un excelente equipo.
El Teacher se ocupa de la parte física, y aunque ya son varias las
carreras de este tipo que preparamos juntos para cada una hay algún
cambio. Esta vez me propone un plan mas
variado, con bicicleta en los días de regenerativo e incluso en algún fondo
para recuperar más rápido.
Nutricionista se ocupa de
que esté bien alimentado, tanto durante el entrenamiento como principalmente
durante la carrera. Y Dientes se ocupa
de aguantarme y resolverme los problemas "imposibles" que van
apareciendo.
A mí me queda seguir las
instrucciones del Teacher, Nutricionista y Dientes (sobre todo), y ocuparme del
material. Además de la comida para toda
la semana y de algunos elementos obligatorios, el punto principal a tener en
cuenta es el clima. Frío (temperatura
prevista entre 0 y 14º), pero con altas posibilidades de lluvia o vientos
fuertes que bajen mucho la sensación térmica.
Esto no es demasiado importante para correr, pero es esencial para los
momentos de descanso, donde el cuerpo no genera calor y hay que protegerlo.
Al mismo tiempo tengo que
mantener bajo el peso porque toda la semana voy a tener que cargar con la
mochila y sé que éste es un factor esencial.
De entrada tomo una decisión muy acertada: a pesar de que el organizador recomienda una
mochila de 32 litros voy a llevar la mía de 20 l que es mucho más liviana. Y como me enseñó en su momento Híperatleta
cuando me aconsejaba para Sables "lo que no entra ahí, no se lleva".
Algo que decido llevar y
que nunca antes había hecho es un colchón.
Aunque son casi 400 g llevo el inflable de cuerpo entero y no uno solo
para el torso. No me preocupa la
comodidad (ya dormí sin colchón en todas las anteriores) sino el frío que venga
del suelo. Otra vez sería una decisión
acertada.
La comida y los
carbohidratos en polvo para tomar durante la carrera los pienso reembolsar en
bolsas ziploc, pero algunos islandeses insisten en que la aduana los puede
confundir con drogas y confiscarlos o incluso arrestarme. Supongo que los inspectores sabrán distinguir
entre el azúcar y la cocaína, pero por las dudas los llevo en los envases
originales y los reembolsaré en Islandia.
El problema es que esto no me permite tener certeza de que todo va a
entrar en la mochila, así que por las dudas llevo el bolsillo frontal que no
pensaba usar pero puede ser necesario.
Como accesorios Dave, el
organizador, me aconseja llevar polainas pero no bastones. Le hago caso en ambas cosas, aunque para mi
las polainas tampoco me parecieron imprescindibles.
Por ultimo, esta vez no
llevo el localizador satelital porque Dave dice que hay señal de celular en
casi todos lados y van a permitir recargar teléfonos. De esta forma me ahorro tener que llevar
cámara de fotos.
Así paso las semanas
anteriores a la carrera pesando cada ítem y reflexionando horas sobre asuntos
de vida o muerte como si conviene llevar un calzoncillo largo (138g) o uno
corto (52). Dientes me mira con
paciencia y de paso me pega el velcro a las zapatillas para las polainas -no sé
si para ayudarme o para “irse” con el Poxiran-.
En camino
El viaje es bastante
largo. Salgo un jueves desde Buenos
Aires y tardo exactamente 24 horas desde mi departamento hasta el hotel en
Reykjavik. Llevo casi todo lo necesario
para la carrera en la mano, la única excepción son los pocos elementos
cortantes. Obviamente la aduana no tiene
el más mínimo interés en la comida y suplementos que llevo. Breve recorrida, elongación, descanso y al
otro día la segunda parte del viaje, hasta Akureyri, la ciudad más importante
del norte de Islandia, con 18.000 habitantes.
El vuelo es corto, menos
de una hora. Mientras espero la valija
alguien me pregunta si voy a la Fire&Ice.
Es Jan, una canadiense que me reconoce por la mochila, aunque se sorprende
de que pueda poner todo lo necesario en tan poco espacio.
El punto de encuentro son
los apartamentos Salhaus, según Dave a pocos metros del aeropuerto. Empezamos a caminar y después de 700 m sin
novedades paramos un auto para preguntar.
En realidad están muy cerca, pero arriba de una colina. Por suerte el automovilista se apiada de
nosotros y nos lleva.
Los departamentos son
modernos y sencillos pero más que suficientes.
Mis compañeros de cuarto son Takao y Yukhi, dos japoneses muy
simpáticos. (Siempre admiro a los japoneses
que participan de estas carreras. En
general son los que menos nivel de inglés tienen y no solo les cuesta
integrarse a los demás sino también enterarse de cosas básicas de la
organización, pero aún así siguen adelante).
Yo no tengo mucho tiempo, tengo que ir al control del equipo, reembolsar
la comida y asegurarme de que todo entre en la mochila.
El control es rápido y
eficiente. Conozco personalmente a Dave,
como también a algunos miembros del staff y otros corredores. Me entero de que somos 27 participantes y de
que no hay lluvias previstas, al menos los primeros días. Excelente noticia.
No me lleva mucho tiempo
reembolsar la comida y para mi enorme alegría todo entra en la mochila, aunque
con algún esfuerzo. No tengo que llevar
el bolsillo extra y el peso total (sin agua) es de 6,5 kg, casi dos kilos menos
de lo que había usado para entrenar los últimos días. Feliz.
A cenar con mis nuevos amigos japoneses y a dormir que mañana viajamos
al campamento base.
La previa
El domingo durante el
desayuno me reencuentro con Mohamad Ahansal, quíntuple ganador de la Maratón
des Sables y que también participa en la carrera. Dejamos el equipaje en depósito y vamos
hacia el campamento base sólo con la mochila y un pequeño "bolso de
reserva" con ropa extra de abrigo que la organización retendrá y nos dará
solo en caso de que a su juicio el frío sea extraordinario.
El viaje dura unas seis
horas. Los corredores vamos en un micro
4x4 con unos pocos miembros del staff
mientras la mayoría de los demás se adelantó para preparar el campamento y
marcar el recorrido. Sólo la primera
hora es por camino asfaltado, después bajamos a un camino de ripio y finalmente
a una huella en la ceniza volcánica no muy diferente de los "caminos"
que se pueden ver en la frontera de Pinamar, por ejemplo.
Dave nos sigue en una
camioneta y en cada parada (para cargar combustible, almorzar, desinflar los
neumáticos, etc.) da algunas indicaciones.
En un momento nos dice que en este campamento hay un refugio que podemos
utilizar para comer sin molestar a los huéspedes que estén allí, y que esta
noche va a haber un casamiento y estamos invitados, aunque obviamente no es
obligatorio.
Yo me quedo pensando si
entendí bien el fuerte acento escocés de Dave, pero mis vecinos de asiento
islandeses Einar y Gilsi -que serían también mis compañeros de carpa- me
confirman que es así y que quien se casa es el propio Dave.
Lo que vería esa noche es
una de las cosas más bizarras que me tocó en una carrera. El campamento base está absolutamente en el
medio de la nada, excepto por el modesto refugio. Estamos en Holhraun, un campo de lava en la
base del glaciar Vatnajökull en gran parte restos de una enorme erupción del
año pasado. A lo lejos el volcán Askja,
humeante. Y en el medio una planicie
enorme de ceniza volcánica y lava.
A ese ambiente llegan un
par de camionetas con gente elegantemente vestida, completamente fuera de
lugar, y una sacerdotisa con su sotana negra y cuello de encaje. De golpe aparecen Jorunn, la novia, y Dave con
un kilt escocés y una rosa roja en el ojal.
Después de la ceremonia nos invitan a unos canapés de salmón, torta y
brindis con champagne dentro del refugio.
¡Es gatoréi!
Las carpas son mucho mejor
de lo que esperaba. Somos tres
corredores en cada una, pero según los estándares de Mybaby podría entrar el
equipo de Los Pumas con suplentes incluidos.
En la zona de dormir entran cinco colchones y hay otra zona igual de
grande, con piso, para dejar las mochilas.
En la parte más alta podemos estar parados. El único problema es que mis compañeros se
empecinan en que hay que dormir con a cabeza en la zona más baja. Trato de explicarles que ya cometí esa
estupidez pero insisten y decido que es mejor mantener la armonía contra dos
vikingos.
Cenamos y a las 20:30 es
el briefing. Dave -esta vez sin kilt y
con ropas adecuadas a la situación- nos tira la bomba, el "unknown
unknown" para mí: la etapa larga
que estaba prevista para el cuarto día se anticipa al primer día. Mientras explica que se vio obligado a hacer
esto porque le prohibieron utilizar un sitio de campamento que había usado en
años anteriores debido a que en esa zona hay algunas flores en peligro de
extinción y por lo tanto prácticamente unió las etapas 1 y 2 en un solo día,
trato de repasar mentalmente las consecuencias.
En principio lo veo un cambio menor, aunque no me gusta la idea de hacer
la etapa larga con la mochila en su máximo peso -para el cuarto día ya tendría
por lo menos 2 kg de comida menos-.
Cuando lo comento, Einar me responde:
"Es verdad, pero tenemos la ventaja de estar más
frescos". Sólo 48 hs. más tarde me
daría cuenta de que para mi no era una ventaja sino todo lo contrario.
Primera etapa: Cuesta abajo
Siento que no duermo
bien. Evidentemente la ansiedad influye. Pero por otro lado me siento descansado. Me despierto con tiempo, termino de acomodar
la mochila, desayuno, los saludos rituales con los demás corredores y estamos
listos. Son 66 km, la primera mitad por
un "camino" con un leve desnivel en bajada, y la segunda por un campo
de ceniza volcánica. El clima esta ideal
para correr, frío y seco. Aunque el
cielo cubierto hace que el paisaje se destaque menos y luzca más monótono.
¡Largamos! Trato de mantener un ritmo tranquilo, pero a
los pocos metros estoy primero. Me doy
cuenta de que todos tienen que ir acomodándose y de hecho enseguida me pasan
primero el francés Franck, después Takao y sólo después de un par de kilómetros
Mohamad, al que le pregunto en broma “¿dónde estabas?”
Pero para mi sorpresa nadie
más me pasa, y lo que es más sorprendente tampoco se alejan los que van
adelante. A pesar de que trato de no
forzar, el desnivel me hace ir suelto y rápido.
Primero alcanzo a Takao, después a Franck y por último a Mohamad, al que
le pregunto cómo anda de sus rodillas.
"Maso" me responde con la mano sin abrir la boca. Es el km 5 y ¡estoy puntero! Nunca me había pasado una cosa así. Estoy contento y asustado al mismo
tiempo. Si bien el único verdadero
atleta de elite es Mohamad, entre los demás hay varios con antecedentes bien
superiores a los míos (campeonato mundial de trail, The Outback, etc.).
Trato de seguir relajado
pero no me animo a mirar para atrás. En
varias ocasiones me parece que alguien se está acercando, pero son mis propios
pasos que se destacan en el enorme silencio. Llego al primer puesto de control (km 17) todavía puntero. "¿Todo bien?", me preguntan. "Excelente", respondo y vuelvo a salir después de llenar las caramañolas.
En el km 23 finalmente me
pasa Mohamad. Lo saludo mientras me digo
"Se acabaron tus 5 minutos de fama, era obvio que tenía que
pasar". Pero para seguir con las
sorpresas veo que no se aleja. Después
de sacarme unos 500 m de ventaja sigue a esa distancia, a pesar de que el terreno
ahora es más ondulado y yo camino en las subidas, por suaves que sean.
Cuando llego al segundo
puesto de control (km 33) Mohamad está ahí.
Me mira con cara de preocupación y me señala sus rodillas. "A veces van, a veces no", me dice,
"voy a esperar a que se aflojen".
Salgo del puesto de
control ¡otra vez primero! Mi cabeza no
para de dar vueltas
-virtualmente, porque sigo
sin querer mirar para atrás-. Trato de
conservar piernas porque el terreno se pone cada vez más blando. En el km 38 me pasa Franck. "Tenía que ser así", pienso.
Lentamente empiezo a
sentir las piernas más pesadas. Recuerdo
las palabras de Correcaminos ("cuando sufras, acordate de que los demás
están igual"), pero no puedo dejar de preguntarme si no habré exagerado al
principio. Llego al tercer y último
puesto de control (km 50) y me alcanza Adam, uno de los estadounidenses.
El último tramo es de
ceniza volcánica compacta. Es como andar
sobre un colchón, generalmente bastante rígido, pero donde a veces el pie puede
hundirse hasta el tobillo. Además está
salpicado por pedazos de lava de todos los tamaños. De cualquier modo mis
piernas ya pesan toneladas y me cuesta hasta mantener un paso vivo. A esta altura empiezan a pasarme varios
corredores.
Finalmente llego séptimo
en 7 hs 45 minutos. Más que contento con
el resultado, aunque no con el desarrollo.
Ahora a alimentarse y descansar mientras esperamos a los demás para
felicitarlos.
Segunda etapa: el volcán
El segundo día arranca con
una mala noticia: Danielle, que ayer se
había caído y tenía un golpe muy feo en la pierna, tiene fractura de
tibia. Está internada en Akureyri.
Mientras desayunamos
Franck me pregunta si me levanté a ver la Aurora Boreal. Me explica que Dave pasó por las carpas
avisando para que saliéramos. Ni lo
escuché, por suerte dormí profundamente.
Hoy son 35 km, una de las
etapas más cortas. Siento los cuádriceps
cargados pero sobre todo me duelen las rodillas. Tengo curiosidad por saber cómo reaccionarán las
piernas una vez que empiece a moverme.
¡Largamos! Salgo despacio, un poco por la experiencia de
ayer pero sobre todo por obligación. A
pesar de que el terreno otra vez es en leve bajada me duelen mucho los
cuádriceps y las rodillas. Hago un esfuerzo
para seguir trotando hasta que termine la bajada. En el km 6 empezamos a subir y trato de
mantener el paso vivo pero después se hace imposible porque es un terreno de
grandes rocas más para trepar que para caminar.
Al llegar a una meseta tenemos a la derecha una laguna y enfrente el
volcán humeante.
El espectáculo es muy
lindo, pero el terreno no tanto. Otra
vez la ceniza volcánica, esponjosa, a veces con bloques de piedras, a veces
no. No puedo correr, los cuádriceps ya están
bien pero las rodillas siguen molestando, así que mantengo el paso vivo lo más
fuerte que puedo. Estoy con un humor de
perros, me molesta la mochila -que ayer había estado perfecta-, cualquier cosa
me pone incómodo.
A medida que nos alejamos
del volcán la ceniza se hace más fina, como arena. De vez en cuando cruzo algunos turistas en
sus 4x4 que me saludan. De pronto, a lo
lejos veo una camioneta que se para en el “camino” –en realidad una simple
huella marcada sobre la ceniza fina, como si fuera en una playa-. Veo una persona que se baja y empieza a
rastrillar la arena. Supongo que será
uno de nuestros fotógrafos que quiere alisar el terreno para poner un trípode,
o algo por el estilo, pero no: es una
guardaparques que está borrando la huella de un auto que salió de la huella
principal para que nadie la siga y
“marque” un camino alternativo!
Empieza a soplar un viento
cada más fuerte que levanta la ceniza y me pregunto si será sano respirar
eso. Mejor no analizar y seguir adelante
a ver si alcanzo a Liz y Garrard.
Los paso y llego undécimo
en 5 horas exactas para los 35 km. No
estoy contento. Felicito a los que
llegaron antes, me cambio, almuerzo y me voy a un arroyo cercano a regenerar las
piernas. Short, campera y una botella
con agua caliente en el pecho para mantener la temperatura. Aguanto sesiones de un minuto, o menos. Como es poco profundo tengo que ponerme de
rodillas para mojar las ídem. Siento que
funciona, eso me levanta un poco el ánimo.
Durante la cena, Einar no
me ve del todo contento y me alienta:
"En estas carreras todos tenemos un día malo, hoy fue el
tuyo." Ojalá que tenga razón.
Tercera etapa: Campos de lava
Me siento mucho
mejor. Hoy son 43 km, al principio sobre
ceniza y después sobre un campo de lava rodeando la montaña Herdubreid o “la
reina”, como la llaman los islandeses por su parecido con una corona. En estos lugares se filmó “Alien” por la
geografía “extraterrestre”. Troto unos
metros antes de largar para ver cómo reaccionan las rodillas y parecen no tener
problemas.
"La reina”
Hay mucha neblina, pero
Dave nos dice que más adelante vamos a tener sol. Largamos y conscientemente trato de no apurar
el paso. Me esfuerzo por no superar a
Franck, vamos a 6’15” – 6’30”/km. Voy
tan cerca de él que tengo que tener cuidado de no llevármelo por delante. En el km 10 evidentemente se cansa de la
situación y simula un problema con la mochila para dejarme ir. Lo paso, pero ya tengo incorporado el ritmo y
no me apuro.
El terreno se pone cada
vez más difícil pero sigo con las buenas sensaciones. Corro casi todo el tiempo excepto cuando hay
mucha pendiente o el terreno es muy blando.
Cada vez hay menos ceniza y más lava.
Estamos rodeando la base de “la reina”.
A un cierto punto la dejamos a la espalda y el campo de lava se pone
cada vez más difícil. Acá sí camino
porque el terreno es peligroso.
A lo lejos veo un techo
rojo y espero que sea el refugio del campamento. Pero no quiero ilusionarme, hasta que no vea
las carpas no lo creo. Finalmente
aparecen y me relajo. 5 hs 29’,
noveno. Pero sobre todo contento por
como se desarrolló el día.
Cuarta etapa: Los ríos
Dave nos dice que la
cuarta etapa es “para corredores”. Un
eufemismo para decir que son 41 km chatos y aburridos, todos por caminos. Lo único interesante son dos cruces de ríos,
por lo que decido salir sin las calzas largas para no mojarlas.
A refrescarse!!!
Amanezco con un dolor
nuevo: las caderas, especialmente la
izquierda. Hago un esfuerzo, pero puedo
correr solo hasta el km 14. Después es
paso vivo.
mientras podía…
Son 5 hs 24’, otra vez
undécimo, pero el cuerpo no podía más.
Estoy pagando la exageración del primer día.
El campamento es el peor
de toda la carrera. En el medio de la
nada, sin ningún tipo de apoyo o refugio.
Para colmo, apenas llego se levanta un viento tremendo y empieza a
lloviznar. Decido comer antes de
cambiarme, lo que es un grave error porque me enfrío mucho. Paso una de la peores noches, con mucho frío
–a pesar de que duermo con la campera de plumas puesta dentro de la bolsa de
dormir-, congestionado, con tos y supongo que con algo de fiebre.
Quinto día: Los baños
Me despierto todavía
congestionado y veo que el colchón está un poco desinflado. Evidentemente eso contribuyó al frío. ¿Es posible que haya sido tan tonto de no
cerrar bien la válvula? No hay tiempo
para controlar, a desayunar y preparar las cosas para salir.
Me duele muchísimo la
cadera, pero igual intento trotar. Hasta
que en el km 4 siento un “crack”. “O se
rompió o se destrabó”, me digo. Ninguna
de las dos cosas, porque el dolor aumenta pero puedo seguir caminando. Trato de concentrarme lo más posible para no
perder el ritmo.
El terreno de hoy es de lo
más variado. Arrancamos con la ceniza
volcánica, después pasamos a una zona que llaman “Pequeño Sahara”, donde hay
arena con matorrales y alguna pequeña duna, cruzamos algunos arroyos, y
finalmente pasamos entre matorrales para terminar a los pies de una iglesia.
34 km en 4 hs 47’, otra
vez undécimo. Caigo dos puestos en la
general y quedo noveno, más no puedo hacer si no puedo correr.
Cuando llego me ofrecen ir
a la iglesia donde hay café y bebidas, pero prefiero ir directamente al
campamento. Esta vez el campamento no
está inmediatamente en la llegada sino que nos trasladan en las camionetas
porque tenemos un premio: ¡vamos a una
laguna termal!
Pero no sería todo color
de rosa. Cuando inflo el colchón me doy
cuenta de que está pinchado. Ya estoy
resignado a pasar otra noche de frío cuando Gilsi decide ayudarme a buscar la
pinchadura. Y para mi enorme sorpresa
después de casi dos horas de buscar la pérdida con la mano, con el ojo -para
sentir el aire- y haciendo pequeños pozos de agua en el colchón, ¡la
encuentra! Por suerte yo tengo parches
así que una vez encontrada la pinchadura, problema resuelto y noche a salvo.
Otra vez hay un viento
terrible así que les digo a los vikingos que esta vez vamos a dormir como
corresponde: con los pies en la parte
más baja. Aceptan mi sugerencia y duermo
como un angelito, sin nada de frío a pesar de que se larga una tormenta
torrencial.
Sexta etapa: el final
A la mañana el viento se
hace cada vez más fuerte y escucho unos golpes en la carpa, hasta que alguien
del staff nos dice “Muchachos, ¿saben que se les está derrumbando la
carpa?” “Arreglala”, le respondemos a
coro desde adentro. “Estoy tratando,
pero no sé cuánto va a aguantar, vamos al refugio”, nos dice. En ese momento, yo -medio dormido y con las
neuronas acabadas por el desgaste- en lugar de recoger todo y salir corriendo
me dedico lentamente a cambiarme de ropa, ordenar la mochila y asegurarme de
que cada cosa esté en su lugar. Más
tarde recordaría la escena y me sentiría como uno de los músicos del Titanic.
La lluvia para justo antes
de la largada, pero yo salgo igual con todo el equipo impermeable porque hoy no
puedo hacer otra cosa que caminar. Son
26 km y hay un desafío especial. Nick,
uno de los ingleses, está 46 minutos atrás mío en la general. No es descabellado que los recupere si él
corre y yo camino, así que voy a tener que mantener el paso vivo lo más vivo
posible.
Al principio el recorrido
parece tan aburrido como el cuarto día.
Pero hacia el final empezamos a subir una cuesta muy empinada y cuando
llegamos arriba estamos en el cráter de un volcán de más de un kilómetro de
diámetro.
La vista es espectacular,
pero hay un viento tremendo: por
momentos tengo que correr con el cuerpo completamente inclinado hacia un
costado para mantener el equilibrio.
Después de rodearlo casi
todo bajamos y poco más adelante está la llegada. Mohamad me acerca la bandera para que la
lleve los último metros. A pesar de los
dolores no puedo terminar caminando así que me esfuerzo para que me salga un
trote lento.
Nick no pudo superarme,
noveno en la general con 31 horas 41 minutos.
¡Otra más adentro! Listo para pensar
en la próxima.